8 de marzo de 2011

Lección de positivismo.

Hoy salí de mi casa enojado, mi mujer gritaba como loca porque la noche anterior yo había ido a una fiesta del trabajo (de navidad) y prometí llegar temprano. Llegué a las 6:37 a.m. Temprano. Traté de explicarle que como el transporte deja de pasar a las 11:00 p.m. y la cena acabó a las 2, no había transporte público a esa hora y me tuve que esperar hasta las 6 para alcanzar un camión.
Me preguntó que si también era necesario llegar semi-desnudo, apestando a vagina de mujer y sin los $2,000 que me dio la noche anterior. Pinche vieja. No me comprende.


También mi hija adolescente estaba chingue y chingue con un permiso para ir un fin de semana con su novio a Acapulco. Mi hija tiene 13 años, se llama Laura y esta guapísima para su edad. Le estoy entregando la virginidad de mi hija a su novio… Meh! la dejaré ir.

Mi hija es una perra.

Salí y le escupí en la cara a mi esclavo, a lo cual mi mujer gritó: Ese no es tu esclavo, ¡es el vecino! No pedí disculpas y me seguí de largo, orgulloso porque en el fondo, yo también sabía que no era el esclavo. Jiji.
El vecino me gritó: “Ahora me siento igual que tu esposa ayer, ¡toda viscosa de la cara!”

Mi esposa también es una perra.

Caminaba por la calle cuando sentí un calorcito en el hombro derecho, yo vestía un elegante saco negro, un pantalón negro, una camisa blanca, y una corbata negra, delgada y larga. Me dirigía a una entrevista de trabajo, la cual no había tenido en mucho tiempo, me despidieron del trabajo porque me cacharon robando lápices y hojas en blanco de mi escritorio, ¡ah! Y porque me tiré a la secretaria del jefe (que él también se estaba tirando) Creo que soy seropositivo y ahora me niego a hacer el amor con mi mujer. (En realidad yo si quiero, pero mi mujer siempre me rechaza.)

Volteé para ver qué era el mentado calorcito y descubrí, alegremente, guano. Todavía caliente, verde de un lado pero escurriendo blanco, sin olor… pero de sólo verlo, vomitas.
Me lo traté de limpiar con el pañuelo que siempre traigo en la bolsa, pero lo embarre mas, y ahora mi saco negro tenía una enorme mancha blanca en el hombro derecho y yo sentía que apestaba putrefactamente.
En fin, llegué a la parada, me subí y, como vivo en la sierra, el chofer tiene que pasar por unas curvas… 

Pasábamos por la primera curva, cuando a una vaca se le ocurrió, ¿por qué no? Cagó aquí y ¿Qué pedo? El camión se resbaló con tremendos pedazos de mierda y rodamos hacia el acantilado.
Tuve la suerte de quedar junto a una ventana y con todo y protección saqué fuerzas de la adrenalina que corría por todos y cada uno de mis 4 dedos chiquitos y pateé la ventana… me rompí la pierna.
Decidí aventarme entonces por la puerta que se iba abriendo.

Me alcancé a agarrar de una rama de lo que parecía un árbol saliendo del barranco, había unas frutas rojas con puntos negros, redondas, algo brillantes, colgando como a 20 centímetros de mí.
Las agarré y las comí todas. Fue mi día de suerte, ¡todas estaban bien ricas!

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