Fragilidad.

Y por allí iba Daphne caminando, sin importarle muchas cosas, sólo una: su pareja.

La mente de Daphne.

Meditando, tratando de averiguar que era lo que pasaba, que pasaba por la cabeza de su amado, cuál era la razón de su comportamiento aislado, impaciente, intolerante, déspota hacia ella, mas infantil que antes, menos detallista, menos tierno... Una indiferencia total.

 Para esto debemos decir que a ella ya le habían roto el corazón horriblemente, debido a esto, sus defensas en el corazón eran muchísimo mas altas que cualquiera que tu hayas conocido.

Recordaba también, los primeros momentos de su noviazgo, que ella se pensaba con el corazón impenetrable pues ella suponía que sería una relación efímera como unas cuantas que había tenido anteriormente. Qué hubiera pasado si no le hubiese dicho que sí ese día? No tendría nada en que pensar en estos momentos?

-Hola señor, disculpe, me vende un metro de cuerda por fa?
-Claro que si jovencita *agarra un metro de cuerda y la pone en la mesa* pues ésta te vale $12.50 el metro, o tengo la otra...
-Déme esa señor- dijo Daphne interrumpiendo bruscamente.
-Eh sí, aquí tienes.

Siguió caminando y pensando...

Y esque ella le había dicho que no lo iba a querer, que él nunca iba a lograr ganarse su corazón, y mírenla, en la situación que se encuentra. No hay nada más que peor que darle el poder de destruirnos a alguien más y no tener control sobre la otra persona. Estaba muy enamorada, a tal punto que pensaba en un futuro juntos, a pesar de sus cortos 3 meses de relación. Era muy hipócrita pensar eso, pues le pasaba contra su voluntad, ella no quería pasar el resto de su vida con él, pero su corazón se lo indicaba con mucha fuerza, con tanta fuerza que dolía. Mucho.

-Buenas tardes, me da ese banquito de madera que esta ahí por favor?
-Claro, permítame *pone el banco en la mesa* son $75 amiga.
-*alza la ceja* Cóbrate- *estira la mano con el billete de a $100
-Aquí esta tu cambio mira.
-Gracias.

Se sentía derrotada, destrozada por su amante, terriblemente desgarrada en su interior por sus sentimientos cursis y melosos que ella no quería sentir, descarnada por no saber decidir el siguiente paso, sin embargo había una salida... La mueblería estaba a la vuelta de un campo donde quemaban brujas en los siglos pasados, según historias de su abuela.


Puso el banquito, se amarró a la cuerda, se subió al banquito, y dejó de pensar.